Era domingo y no fue un día de descanso. Teníamos que acabar la intervención, descubrir lo que había sucedido dentro del horno y en función a los resultados haríamos una cosa u otra con las piezas, ya que intuía que seguramente saldrían rotas en su mayoria. La paciencia y el tiempo es muy importante, tanto en el trabajo cerámico como en el oficio del ladrillero, y precisamente de tiempo es de lo que mas carecíamos. Tuvimos que deshornar sin dejar que el horno estuviera del todo frío y, sumando a eso que la mayoria de las baldosas entraron cuarteadas, la obra cerámica resultante parecía mas bien un descubrimiento arqueolçogico depositado en el horno durante años... Las baldosas, unas rotas, otras carbonizadas, algunas sin cocer por la diferencia de temperaturas en el interior, en fin, lo que sería una gran perdida de beneficios para los ladrilleros y una gran decepción para cualquier ceramista, para mi no lo fue tanto, puesto que ya contaba con que la falta de tiempo influiría negativamente en el resultado. Para nosotros, que nunca habíamos trabajado el barro cocido, el hecho de que las piezas salieran fallidas fue una fase mas del proceso, sin mayor importancia que la de sacar conclusiones y errores a mejorar en la siguiente cocción. El proceso había finalizado con mucho éxito y todo lo planeado se llevo a cabo, excepto el laberinto de baldosas, que quedó pendiente de realizar con baldosas enteras y bien cocidas, conseguidas a través de la experiencia.
Sacamos todas las baldosas, en trozos, y las colocamos aleatoriamente por la era, escondidas entre los tomillos, las aliagas, algunas enterradas, otras apoyadas sobre la tierra fertil...generamos, a su manera, otro tipo de recorrido, en el que encontrar porciones de tierra cocida, coloreada, que dejan la huella de todo un proceso de trabajo arte-sano de un año, y una primera experiencia que se repetirá hasta que el saber nos proporcione una "buena cosecha".
FIN
Algunas de las baldosas que recuperamos
descubriendo el pastel from marina rubio on Vimeo.
